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¿Sabías que el miedo es algo que nos ha hecho sobrevivir como especie? Pues sí, el miedo pertenece a una función natural y automática que en ocasiones, nos protege de amenazas reales.
En la prehistoria por ejemplo, estas amenazas sucedían unas tras otras y los peligros se encontraban a la orden del día.
Un animal salvaje, un río bravo, un miembro de una tribu enemiga que viene constantemente a buscar saquearnos…
Pero afortunadamente, hoy no tenemos ni mamuts, ni fenómenos meteorológicos inesperados, ni enemigos sanguinarios en nuestro día a día. Pese a eso, nuestro cerebro continúa alerta.
El miedo viene precedido de una reacción fisiológica incontrolable.
Primero, aparece un estímulo (externo o interno, real o imaginario). Un ruido en una noche oscura, un animal al que le tenemos fobia o la situación de tener que subir a un avión y volar.
Después, se desencadena una reacción química en la amígdala, una parte pequeña de nuestro cerebro, pero muy antigua. Ella será la encargada de enviar hormonas a nuestro cuerpo para que se ponga en alerta y a nuestra mente para que busque argumentos. Estas hormonas, nos dan la capacidad de huida, de lucha o de paralización completa.
“La dopamina, el cortisol, la prolactina, la adrenalina y otras hormonas son liberadas cuando sientes miedo” En la prehistoria los miedos nos serían muy útiles, pues frente al hipotético mamut hubiéramos podido salir corriendo, luchar contra él o quedarnos escondidos esperando que no se percatase de nuestra presencia.
Pero hoy por hoy, los miedos que nos intimidan no suponen verdaderos peligros para nuestra existencia. Lo que los miedos logran es detener la realización de muchas metas y la pérdida de paz.
Aun así, nuestra amígdala no es capaz de diferenciar entre el peligro real y el imaginario y nos acelera el corazón, nos activa las glándulas sudoríparas de las manos, nos petrifica o pone en marcha el sistema musculoesquelético para huir despavoridos.
Como consecuencia a este sistema de protección innato y ancestral que nos regala nuestra amígdala, después le sigue el pensamiento racional consciente.
Nuestra corteza frontal del cerebro pasa a analizar la situación, y es entonces cuando comienza a emitir pensamientos.“Tranquilízate, no te va a pasar nada malo”, “¿Qué es esto? ¿No será una cucaracha?” o “Madre mía, me voy a morir”.
Ya sean pensamientos negativos o pensamientos positivos que intentan calmar tu ansiedad, siempre aparecen, y estos son los que SI puedes controlar, pero no podrás hacer nada con la reacción química de la amígdala, que llegarán de forma inconsciente y automática.
Tipos de miedos y sus consecuencias Casi todos tenemos miedos. Unos son innatos (necesidad de protección del bebé) y otros adquiridos según vamos creciendo. Como dato curioso, te diré que hay solo una pequeña cantidad de personas a nivel mundial que no saben qué es el miedo debido a una extraña enfermedad llamada Urbach-Wieth. Por esta condición ellos no son capaces de percibir las situaciones de peligro a causa de tener inactiva gran parte de su amígdala.
Habiendo mencionado esta curiosidad tengo que decirte algo importante.El 99,8% de la población tiene miedo Miedos que quizá muestren o quizá no. Que pueden ser conscientes, o inconscientes, pero ahí están te lo aseguro. Los miedos más habituales son: el miedo a la soledad, a la enfermedad, a la muerte, al fracaso, a ser juzgados, a las tormentas, a la oscuridad, a hablar en público y a volar.
Cada uno de ellos supone en nuestra menta la posible terminación de nuestra existencia o la posible agresión a nuestro bienestar emocional.
Existen infinidad de miedos, todos ellos caracterizados por limitar la vida de quienes los sufren aunque fisiológicamente, sea un mecanismo que intenta protegernos, a nivel mental se vuelve un autosabotaje en la mayoría de los casos.
Los miedos son destructores de sueños
Por ejemplo, si tengo miedo a los aviones, eso me frenará a la hora de poder viajar y conocer el mundo.
Mi mente siempre barajará el archivo de que sucederá algún accidente mientras yo esté volando y eso puede que me lleve a tomar la decisión de no arriesgarme a sufrir esa situación.
Si mientras me lees, te sientes de una forma identificada con lo que te cuento, debes saber que cómo mencioné anteriormente, todos tenemos miedos y no es algo negativo tenerlos, pero si lo es el dejar que ellos controlen tu vida.
Cómo combatir tus miedos efectivamente Lo principal es que hagas un análisis objetivo de qué es exactamente lo que temes. Si puedes, analiza también el momento en el que comenzaste a sentir ese miedo y si sucedió algún hecho relacionado que pudiera provocarlo.
Entender cómo surge y lo que sucede en tu cuerpo al exponerte a ese estímulo que te aterra ayudará a la hora de poder resolverlo.
Después te recomiendo que no te conformes, o te acostumbres a que te paralice, que busques cuestionar si de verdad supone una amenaza real para tu vida o tu bienestar. Es decir, busca datos, estadísticas y todo tipo de evidencia en las que ese miedo no te pone en peligro. Por ejemplo, el fuego puede ser un elemento muy destructor. Pero también es necesario para cocinar los alimentos o darte calor frente a una chimenea en una noche helada de invierno.
Todo depende de la perspectiva y de cómo decidas percibirlo a partir de ahora.
Por ejemplo, los datos reales dicen que el riesgo de sufrir un accidente aéreo se reduce a uno entre 2,4 millones. ¡Una ínfima posibilidad! Este dato lo tengo muy presente en mi archivo mental de “Füçk Fear” y le doy “download” muy a menudo por mis continuos viajes.
Cualquier tipo de información que haga a tu mente consciente asimilar que ese miedo, no es tan peligroso como se pinta, te será de gran ayuda.
Y por último y una de las herramientas más importante para combatir los miedos: visualiza como sería tu vida si pudieras vencerlos.
Siente en tu cuerpo las emociones de la aventura si vencieras el miedo de viajar por avión, la satisfacción personal que sentirías si te atrevieras a hablar en público, el gozo que experimentarías si te lanzaras a coquetear con el fracaso por la inmensa dicha de bailar con tus sueños o la tranquilidad que traería el finalmente sentirte a salvo en la oscuridad.
Sea cual sea tu miedo, estoy segura de que hay muy pocas probabilidades de que haga que tu vida corra verdadero peligro y por el contrario, muchas probabilidades de que te esté haciendo sufrir innecesariamente.
¿Qué tal si comienzas a vivir plenamente?
En resumen: Identifica tus miedos. Averigua su procedencia y que es lo que los desencadena. Busca evidencia de las pocas probabilidad de que suceda lo que tanto temes y por último, visualiza los grandes beneficios que obtendras cuando te animes a enfrentarlos.
La meta no es eliminarlos porque sería invertir demasiado tiempo y esfuerzo en conseguir algo en contra de nuestro mecanismo y tendencia de supervivencia.
La meta es afrontar los miedos y a pesar de ellos hacer lo que antes te impedían. Es sacarlos a empujones del asiento del conductor y que seas tú quien de ahora en adelante manejes tu vida.
Gracias por leerme. ¡Hasta pronto!