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“Tu mente crea tu realidad y tus palabras la consolida” –JB
Era aparentemente un día normal. Me encontré con mi esposo para almorzar en un restaurante vegano muy popular. Una vez recibimos nuestra orden, el mesero nos dijo: “Les comento que el Ketchup está contaminado, así que, ustedes deciden si lo dejo en la mesa o me lo llevo”. ¿Cómo? ¿Contaminado? ¿Por qué me ofrece el Ketchup dañado? – Le dije con una cara de espanto y el tono de voz en combinación.
El mesero me aclaró que se refería a que el Ketchup que preparaban “home made” estaba expuesto a ingredientes que contenían productos procedentes de animales, y nos avisó por si nuestra dieta vegana era estricta.
Ah, entendí lo que me quiso decir: el Ketchup no era vegano 100%, y aunque ni mi esposo ni yo somos veganos e intelectualmente entendí con su explicación que el Ketchup realmente no estaba dañado, no fui capaz de probarlo. El mismo producto al que unos segundos antes le tenía todo el deseo del mundo, ahora me horrorizaba pensar en comérmelo. Ni el Ketchup, ni tampoco el Burger de vegetales que ordené, me apetecían después de aquello.
“Contaminado” y “Almuerzo” no podían pertenecer a una misma situación y mucho menos, en mi mesa. Esta experiencia personal que terminó por ser una indeseada, pudo haber sido una placentera con la omisión de una palabra o el uso de la expresión correcta.
Esta vivencia fue una pequeña ola en el mar de la causa y efecto que tiene el vocabulario. Las palabras no son solo letras, sonidos y vibraciones. Las palabras son energía y son capaces de crear emociones, las mismas que se encargan de construir nuestra realidad de forma consistente.
¿Por qué son tan importantes las palabras?
Las palabras son el GPS que dirige nuestra mente, nuestro cuerpo y son estos mismos pensamientos y emociones los que tienen relación directa con nuestra salud y bienestar. Tanto las palabras positivas como las negativas generan en nosotros una reacción orgánica.
Te contaré un experimento científico que lo demuestra y que no dejará nunca de resultarme impactante. Si ponemos en dos tarros de cristal totalmente idénticos y cerrados un poco de arroz hervido, y colocamos en uno la palabra “amor” y en el otro “odio”, observaremos a los días al abrirlo como el arroz que se encuentra contenido en el segundo tarro se pudre mientras que el otro queda intacto. ¡Haz la prueba y saca tus propias conclusiones!
En el 2012 Mark Waldman y Andrew Newberg, psiquiatras y profesores de las universidades de California y Thomas Jefferson, lanzaron el libro “Las palabras pueden cambiar tu cerebro”. En el mismo, comparten interesantes experimentos que demuestran el poder de las palabras. Por ejemplo, cuando se escucha la palabra ‘no’ al comienzo de un diálogo, el cerebro empieza a liberar cortisol que es la hormona del estrés y la que nos pone en alerta. Y cuando escuchamos un ‘sí’ al inicio de una frase, se activa una liberación de dopamina, la hormona de la recompensa, la motivación y el bienestar.
Entonces ahora que sabes esto… ¿Cómo puedes elegir mejor el vocabulario que reflejará tu realidad y muchas veces la realidad de los que están a tu alrededor?
Crea consciencia antes de expresarte.
Lo puedes hacer haciéndote estas preguntas simples:
1- ¿Cuál es el mensaje que quiero comunicar?
2- ¿Cuáles son las mejores palabras para comunicarlo?
3- ¿Cómo lo que voy a decir me va a servir o va a servir a otro de forma positiva?
Otra estrategia es sustituir poco a poco tus expresiones con carga energética negativa por unas mucho más optimistas y positivas.
Ejemplos:
Me siento terrible. Cámbiala por: Podría sentirme mejor.
(Negatividad) – (Optimismo)
Tengo que ir. Sustitúyelo por: Quiero ir.
(De obligación) – (Libertad de decisión)
No Puedo hacer. Transfórmalo en: Escojo No hacer o No quiero hacer.
(Restricción) – (Libertad de decisión)
Con la práctica podrás disfrutar de una actitud y una vida más positiva a raíz de tu nueva forma de expresión. Al final, todos nos beneficiamos al escoger purificar nuestras palabras ya que nadie debería consumir ni ketchup ni palabras contaminadas.
Gracias por leerme. ¡Hasta pronto!